A veces, cuando camino
...te voy pensando. Y me sorprendo sumergido en una suerte de detalles tales que no podrías creerlo. Aquel, que debió ser el día uno en que te vi: delgada, esbelta, con ese andar lleno de orgullo y serio, muy serio el rostro. Casi siempre. Después, tu presencia volvióse cotidiana. Era mi mirada la primera en buscarte al llegar a la redacción temprano porque, de otra manera, tu habrías partido. Era seguir tus pasos, primero discretamente; después acompañarlos con un par de guiños complices con don Pepito y ¿ya vio, qué bien viene ahora? Y él que llegó en ocasiones a decir insuperable, y yo que en ocasiones le confirmaba insuperable, y tú paseando de un lado a otro de mis sentidos. Después, tu presencia volvióse un argumento. Te imaginaba, por supuesto. Cómo sería. El talle ideal. Esos ojos. Porque he de decirte que el gesto casi desde siempre fue muy parecido a un cuidado, no te acerques con malas intenciones porque sé defenderme, y yo jamás me acerqué con malas (bueno, malas malas) intenciones. Pasaron los días y como mi búsqueda por apenas una de tus miradas era del todo infructuosa, algo distinto habría que intentar. Unas lineas en el bolso en el día que tu cabello y esas uñas me obligaron a hacerlo Y luego, ser atento. Sí. Qué atento... Caminar a tu lado, por las calles del centro, rumbo al metro, primero. De la mano algunas veces. Y yo en el intento por seguir con ese ritmo de tu paso que es imposible conciliar entre estrechas veredas, puestos ambulantes, discos y flores y mis ojos perdidos en tu cuerpo. --Te robo un beso. --No. (Ay, güey. ¿Y ahora?) --Bueno, chiquito. (Bueno, chiquito ahorita; mediano pronto y grande, muy grande, lo prometo, para el futuro) --Bueno. Y salir corriendo hacia el metro Potrero a toda velocidad como si fuese un niño; euforico. Chiquito, chiquito, chiquto, pero era un beso. Prometia. Después, tu presencia volvióse una sonrisa. Vamos a la Pantalla. Sí, vamos. Y mi mano hurgando bajo tu cintura y los niños que ay qué pantallota, y las señoras de al lado muy concentradas en lo que está sucediendo allá adelante. Y tú a mi lado. Y el coche que no arranca. Pero no importa, vámonos en taxi o lo que sea, antes, a comer con los amigos o acaso al cine; más actual y frecuentemente a la casi esquina de los anhelos cumplidos: RB y Misterios (en donde se escucha, por cierto, ¡cada palabrota!) A veces, cuando vivo, te pienso. Y me sorprendo sumergido en una suerte de detalles tales que no podrías creeerlos. Y creo que tu presencia se ha vuelto mi universo.
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